domingo, 12 de mayo de 2013

Corcheras

El verano en la piscina era especial. Cuando acababan las clases en el colegio tocaba doblar entrenamiento. Entrenes por la mañana y por la tarde.

Te levantabas pronto, desayunabas y caminito de la piscina. Llegábamos un poco pronto sólo para hablar de las películas o series que habíamos visto a la hora de la cena, "Yo Claudio", "Mis terrores favoritos", etc.
Todos esperábamos  ver una pequeña cuartilla de papel donde, escrito con boli, estaba el ENTRENAMIENTO de la mañana. Tu mirada se iba al final de la misma... el total del entrene. The magic number.

Acabábamos todos los metros del menú y el ritual comenzaba. Quitar las corcheras de la piscina. Algunos de nosotros íbamos al final de la piscina, a la parte baja y gritábamos para que alguno nos desenganchara el nudo del otro extremo, quitábamos el gancho y a estirar. La corchera pasaba entre las piernas intentando coger velocidad. Pero de repente.... notabas que la corchera no salía tan deprisa y que a ti te costaba mucho tirar... alzabas la mirada y... algún espabilado/a cogido al otro extremo dejandose arrastrar cómodamente. Dejabas de estirar, pegabas un grito y algunas veces hacían caso y otras no.

El ritual de poner y quitar corcheras era curioso. Según si quitabas, era que habías acabado el entrene, si ponías quería decir que te faltaba un largo y duro entrene por delante.

Había un día especial, eran pocos, pero había un día que no poníamos corcheras para entrenar. Me encantaba entrenar a lo ancho de la piscina, todos en gran grupo y numerados. Sobre todo por que acabábamos con una AUSTRALIANA.

David Argente

miércoles, 1 de mayo de 2013

Las "australianas"

Las "australianas" eran una especie de prueba unisex que se realizaba ocasionalmente al final de una jornada matinal de entrenamiento. Depués de retirar las corcheras del agua, el juego  consistía en realizar el trayecto de ida a lo ancho de la piscina, saliendo todos a la vez y el último que llegaba quedaba eliminado y no seguía nadando. Entre piscina y piscina se descansaba sólo unos pocos segundos, hasta que el silbato nos daba la salida de nuevo. Luego volvíamos en sentido contrario y el que llegaba en la posición útima quedaba fuera de concurso. Por supuesto ganaba el que permanecía hasta el final.

Normalmente se hacían en verano y si ése día habían muchos nadadores, empezábamos la competición de unos 70 a 100 nadadores, incluso más, ya que en alguna ocasión, abarcamos todo lo que era de largo la piscina llena de concursantes del que sólo podía ganar uno, idea que posteriormente alguien de la televisión nos copió para crear concursos tipo gran hermano. Fuimos pioneros de los reality shows sin quererlo.

A medida que las personas iban quedando eliminadas, se convertían inmediatamente después en espectadores y animadores de los, poco a poco, más cansados competidores que quedaban en el agua. Cuando sólo restaban media docena de sufridos nadadores la expectación era máxima, luego cinco, cuatro, tres y llegaba el momento más esperado. Dos contrincantes mano a mano, una piscina final. A 16 metros aproximadamente de la gloria...

Luego se acababa y nada. Alguien ganaba sin darle premio alguno. No íbamos todos a casa hasta el siguiente entrenamiento. Casi siempre ganaban los mismos, pero estoy totalmente seguro que si el trofeo final hubiese sido un bocata de calamares o un frigopié, algun@ que otr@ no habitual, habría ganado la competición.

Arturo Liberos.