En la larga vida de todo nadador hay un amigo fiel que está supeditado a las modas, el desgaste e incluso a la motivación a la hora de entrenar o competir. Es nuestro querido bañador o como los antiguos llamaban traje de baño.
Este artilugio indispensable está sujeto a muchos factores en la vida cotidiana del deportista. En los inicios de mi época de nadador activo no había el mercado tan extenso que hay ahora. Las marcas conocidas no sacaban muchos modelos y tener dos bañadores era una especie de lujo.
Las modas vuelven.
Recuerdo que los bañadores tenían una larga vida. Entrenabas con el más viejo que tuvieras hasta que se caía a pedazos. Cuando estaba muy pasado por el cloro, te ponías otro encima aún más desgastado, ibas con doble capa. Esto suponía dos cordones que atar y un suplemento en el arrastre a la hora de entrenar.
Uno de mis recuerdos especiales de mis inicios en el mundo de la competición era que en mi familia teníamos un ritual. El mismo día de una competición importante íbamos a una tienda de deporte (que no había muchas) y me compraban un bañador Nuevo. En mis largas conversaciones sobre estos recuerdos de niñez natatoria, mi amigo Arturo (coautor de este magnífico Blog) comentaba como ibas a la tienda, te probabas tres o cuatro bañadores y con cada uno de ellos salías en mitad de la tienda para que tu madre o padre diera el visto bueno de como te quedaba el bañador. Sin pudor alguno.
Burguete, Bolinches, Ferrer y Ona
Por la tarde, a la hora de la competición, en el calentamiento previo, te ponías los bañadores viejos. Te cambiabas y te ponías tu flamante bañador nuevo y seco para esperar la hora de tu prueba.
Psicológicamente, competir con un bañador nuevo, era un refuerzo positivo. Este bañata te lo ponías sólo en los grandes eventos, hasta que poco a poco iba envejeciendo por el desgaste y pasaba a tu bolsa de entrenamiento y se emparejaba con uno igual o más estropeado.
Ahora hay un amplio abanico de marcas y modelos de bañadores. Más caros y más económicos. Más resistentes y menos. Pero yo siempre recordaré a mis trajes de baño que me acompañaron en mis deslizamientos por muchas piletas de toda la geografía española.
David Argente
PD: Las fotos son de antiguos nadadores del Ferca San Jose.
En mi primera competición oficial con el club utilizé un bañador de mercadillo, el cual se desató por arte de magia nada mas empezar a nadar, a escasos diez metros de la salida, de modo que durante unos interminables 50 metros en una piscina de 25, tuve que nadar subiendome el bañador cada 3 o 4 brazadas. No pasé mucha vergüenza ya que tenía 7 años aproximadamente, pero a partir de aquel día, por recomendación del cuerpo técnico del club, mi madre me compró mi primer buen bañador de nado, cosa que le vino muy bien a mi trasero para no tener que saludar a nadie a partir de ese día (al menos no involuntariamente).
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