Las "australianas" eran una especie de prueba unisex que se realizaba ocasionalmente al final de una jornada matinal de entrenamiento. Depués de retirar las corcheras del agua, el juego consistía en realizar el trayecto de ida a lo ancho de la piscina, saliendo todos a la vez y el último que llegaba quedaba eliminado y no seguía nadando. Entre piscina y piscina se descansaba sólo unos pocos segundos, hasta que el silbato nos daba la salida de nuevo. Luego volvíamos en sentido contrario y el que llegaba en la posición útima quedaba fuera de concurso. Por supuesto ganaba el que permanecía hasta el final.
Normalmente se hacían en verano y si ése día habían muchos nadadores, empezábamos la competición de unos 70 a 100 nadadores, incluso más, ya que en alguna ocasión, abarcamos todo lo que era de largo la piscina llena de concursantes del que sólo podía ganar uno, idea que posteriormente alguien de la televisión nos copió para crear concursos tipo gran hermano. Fuimos pioneros de los reality shows sin quererlo.
A medida que las personas iban quedando eliminadas, se convertían inmediatamente después en espectadores y animadores de los, poco a poco, más cansados competidores que quedaban en el agua. Cuando sólo restaban media docena de sufridos nadadores la expectación era máxima, luego cinco, cuatro, tres y llegaba el momento más esperado. Dos contrincantes mano a mano, una piscina final. A 16 metros aproximadamente de la gloria...
Luego se acababa y nada. Alguien ganaba sin darle premio alguno. No íbamos todos a casa hasta el siguiente entrenamiento. Casi siempre ganaban los mismos, pero estoy totalmente seguro que si el trofeo final hubiese sido un bocata de calamares o un frigopié, algun@ que otr@ no habitual, habría ganado la competición.
Arturo Liberos.
Normalmente se hacían en verano y si ése día habían muchos nadadores, empezábamos la competición de unos 70 a 100 nadadores, incluso más, ya que en alguna ocasión, abarcamos todo lo que era de largo la piscina llena de concursantes del que sólo podía ganar uno, idea que posteriormente alguien de la televisión nos copió para crear concursos tipo gran hermano. Fuimos pioneros de los reality shows sin quererlo.
A medida que las personas iban quedando eliminadas, se convertían inmediatamente después en espectadores y animadores de los, poco a poco, más cansados competidores que quedaban en el agua. Cuando sólo restaban media docena de sufridos nadadores la expectación era máxima, luego cinco, cuatro, tres y llegaba el momento más esperado. Dos contrincantes mano a mano, una piscina final. A 16 metros aproximadamente de la gloria...
Luego se acababa y nada. Alguien ganaba sin darle premio alguno. No íbamos todos a casa hasta el siguiente entrenamiento. Casi siempre ganaban los mismos, pero estoy totalmente seguro que si el trofeo final hubiese sido un bocata de calamares o un frigopié, algun@ que otr@ no habitual, habría ganado la competición.
Arturo Liberos.
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