.jpg)
Los preparativos para tan magno evento se estudiaban por parte de cada uno de nosotros y que en su mayor parte consistía en escoger, con semanas de antelación, una buena vestimenta para la ocasión. Ni que decir tiene, que siendo los años 70 y 80, década más o menos, nuestra apariencia se semejaba muy de cerca a la de pequeños “Ninos Bravos” y pequeñas “MariTrinis” sin olvidar a Demis Ruossos o a Mocedades, en los años 70 y en la de los 80 intentando vestir como Alaska y dinarama, Miguel Rios, Hombres G o Loquillo y los trogloditas.
Antes de entrar al salón de actos, llegábamos al aparcamiento del colegio y se creaban corros en el que se charlaba un poco de la ropa que lucíamos cada uno y otros asuntos del día.
Una vez dentro del salón, nos acomodábamos en “manadas” bien definidas con el criterio de edad y género.
Dicha entrega de premios, no se realizaba únicamente a nadadores. También subían a recoger su premio, los ganadores de frontón, “futbito” y truc, además de las madres o padres ganadores del concurso de paellas, celebrados con el mismo esfuerzo e ilusión que las demás competiciones oficiales.
Para que la persona que tenía que subir al escenario a recoger su trofeo supiese cuando hacerlo, había siempre un miembro de la directiva del club, que micrófono en mano, nos llamaba paulatinamente, según competición e importancia de la misma, siendo siempre llamados en último lugar con un tono más solemne y pausado, los que habían realizado algún record del club, regional o de españa, o quedado en primer lugar en competiciones nacionales o internacionales.
En el momento que anunciaban tu nombre, sabias que decenas de personas ponían la vista sobre tí y si durante el trayecto de ida y vuelta a tu butaca, cometías el grave error de tropezar, resbalar o hacer alguna metedura de pata con tu trofeo, las risillas estaban aseguradas, tanto como el color rojizo de tu cara o tu cerebro pensando amargamente...”tierra trágame”.
Una vez finalizado el acto de entrega de trofeos, nos dirigiamos a comer a un restaurante contratado con anterioridad para acoger a la mayoría de personas que habíamos asistido y si teníamos suerte y resultaba ser un restaurante bufé libre, se solían hacer competiciones de platos vacíos, cosa que asombraba y divertía a todos, a partes iguales.
Como muchos otros eventos que se realizaban únicamente una vez al año, la entrega de trofeos siempre creaba expectación dentro del club y afortunadamente era uno de los actos más fotografiados. Ha pasado media vida desde que nos entregaron esos premios. Algunos descansan en cajas o sobre algún sitio de honor de la casa. Nos sentimos muy orgullosos de ellos. No olvidamos que nos fueron entregados en aquellos maravillosos años.
Arturo Liberos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario