domingo, 28 de abril de 2013

Las 24 horas

Es sábado y la piscina no tiene el globo puesto porque es verano. El sol se encuentra ya algo bajo y a espaldas del trampolín olímpico, ya que son las 19.59 horas. Las gradas están abarrotadas, un nadador y una nadadora están preparados para lanzarse al agua desde el pódium de salida de las calles 1 y 2, en el momento que el reloj llegue a las 20.00 horas.

Cuando suene el silbato de salida y empiecen a nadar, una traca será encendida entre las gradas y el agua. Los que están en el agua en ese momento no podrán escuchar totalmente el ruido que hace la pólvora al explotar, pero si verán a todo el público asistente aplaudir y animar el comienzo de una competición única, en la cual tus contrincantes no son los que nadan contigo ése mismo día, tus oponentes son siempre las generaciones anteriores. Deben nadar 24 chicos y 24 chicas, cada uno durante una hora exacta sin parar y haciendo el mayor número de metros posible.

Y durante 24 horas siguientes, mientras dos personas nadan cada hora, la piscina se sumerge en una frenética actividad constante de juegos, zambullidas, competiciones de futbol, baloncesto, frontón, preparativos de los nadadores siguientes, concurso de paellas, partidas de truc, más zambullidas, música al aire libre, sacos de dormir, desayunos, almuerzos de tortilla de patata, más comidas, siestas y pura diversión. Cuando a los nadadores les toca competir en la franja horaria que va desde las 02.00 a las 08.00, deben de amoldarse al cansancio que acumula tal cantidad de jolgorio.

La prueba termina al día siguiente a la misma hora, las 20.00 y se volverá a tirar de nuevo otra traca en el mismo sitio pero en dirección contraria, que anuncia a todo el mundo el final de un fin de semana, que todos hemos estado esperando durante un año y estará en boca de todos durante los 365 días siguientes, por todas las anécdotas y situaciones que vivimos, sólo, en 24 horas de un fin de semana de verano.

Arturo Liberos.

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