Una de las grandes ventajas que tuvimos al estar en un club de natación como era el Ferca San José fueron los viajes a otros pueblos, ciudades e incluso países para competir.
Para mi niñez y luego juventud era siempre una satisfacción viajar con el equipo a otras piscinas, a otros lugares y conocer otros nadadores y nadadoras. Se creaban vínculos distintos con sólo salir de nuestra pileta y compartir un viaje en autobús.
Los viajes eran grandes acontecimientos que seccionaban radicalmente la rutina y monotonía de nuestros días de escuela y entrene. Sobre todo por qué podían ser en cualquier estación/mes del año. Ya bien campeonatos de invierno, de verano, entrenes/stach de semana santa, etc.
foto: David, Rocio, Pedro y Bengo
Viajábamos en coche de papá, en autobús (grande el autobús Jiménez y su conductor), en barco e incluso en avión (La primera vez que subí a un avión fue al ir a unos campeonatos de España por edades a Mallorca. A la vuelta pensaba que moriríamos todos por las turbulencias).
Los viajes sacaban todo lo mejor del grupo. El compañerísmo, la ayuda ante cualquier problema, las novatadas, los ánimos a la hora de la prueba, los concursos de comer más o peor, etc.
Se que todos vosotros tenéis viajes inolvidables y que os marcaron positivamente, ya fuera por un buen resultado en la competición, por una nueva amistad creada, por una diversión sin igual con el grupo o por cualquier otra cosa.
foto: Viaje a Oporto (Portugal)
Quiero confesaros que uno de los viajes que más me marcaron a mi, fue una competición que nos invitaba todos los años el CN Sabadell a su increíble recinto deportivo. Era una especie de open y se realizaba en las vacaciones de navidad. Invitaban a equipos de nivel de toda España y algunos clubs extranjeros. El ambiente vivido en la pileta era increíble. Una buena organización, buenas amistades y lo que más me marcó fue la ciudad de Sabadell en navidad. Me encantaba pasear después de la competición por sus calles, tomarme un cacaolat caliente y observar la decoración navideña de las tiendas del paseo. Sensación de bienestar.
Durante nuestra época de nadadores hubieron muchos viajes míticos por mil razones. Espero que compartáis alguno.
David Argente.
sábado, 27 de julio de 2013
martes, 9 de julio de 2013
La entrega de trofeos
Una vez al año se celebraba la entrega de trofeos correspondientes a los logros que cada uno había conseguido el año anterior. La ceremonia se hizo en distintos lugares, pero el más emblemático era el salón de actos del colegio de los jesuitas, que era donde nuestra club tenia su sede social y piscina.
Los preparativos para tan magno evento se estudiaban por parte de cada uno de nosotros y que en su mayor parte consistía en escoger, con semanas de antelación, una buena vestimenta para la ocasión. Ni que decir tiene, que siendo los años 70 y 80, década más o menos, nuestra apariencia se semejaba muy de cerca a la de pequeños “Ninos Bravos” y pequeñas “MariTrinis” sin olvidar a Demis Ruossos o a Mocedades, en los años 70 y en la de los 80 intentando vestir como Alaska y dinarama, Miguel Rios, Hombres G o Loquillo y los trogloditas.
Antes de entrar al salón de actos, llegábamos al aparcamiento del colegio y se creaban corros en el que se charlaba un poco de la ropa que lucíamos cada uno y otros asuntos del día.
Una vez dentro del salón, nos acomodábamos en “manadas” bien definidas con el criterio de edad y género.
Dicha entrega de premios, no se realizaba únicamente a nadadores. También subían a recoger su premio, los ganadores de frontón, “futbito” y truc, además de las madres o padres ganadores del concurso de paellas, celebrados con el mismo esfuerzo e ilusión que las demás competiciones oficiales.
Para que la persona que tenía que subir al escenario a recoger su trofeo supiese cuando hacerlo, había siempre un miembro de la directiva del club, que micrófono en mano, nos llamaba paulatinamente, según competición e importancia de la misma, siendo siempre llamados en último lugar con un tono más solemne y pausado, los que habían realizado algún record del club, regional o de españa, o quedado en primer lugar en competiciones nacionales o internacionales.
En el momento que anunciaban tu nombre, sabias que decenas de personas ponían la vista sobre tí y si durante el trayecto de ida y vuelta a tu butaca, cometías el grave error de tropezar, resbalar o hacer alguna metedura de pata con tu trofeo, las risillas estaban aseguradas, tanto como el color rojizo de tu cara o tu cerebro pensando amargamente...”tierra trágame”.
Una vez finalizado el acto de entrega de trofeos, nos dirigiamos a comer a un restaurante contratado con anterioridad para acoger a la mayoría de personas que habíamos asistido y si teníamos suerte y resultaba ser un restaurante bufé libre, se solían hacer competiciones de platos vacíos, cosa que asombraba y divertía a todos, a partes iguales.
Como muchos otros eventos que se realizaban únicamente una vez al año, la entrega de trofeos siempre creaba expectación dentro del club y afortunadamente era uno de los actos más fotografiados. Ha pasado media vida desde que nos entregaron esos premios. Algunos descansan en cajas o sobre algún sitio de honor de la casa. Nos sentimos muy orgullosos de ellos. No olvidamos que nos fueron entregados en aquellos maravillosos años.
Arturo Liberos.
Los preparativos para tan magno evento se estudiaban por parte de cada uno de nosotros y que en su mayor parte consistía en escoger, con semanas de antelación, una buena vestimenta para la ocasión. Ni que decir tiene, que siendo los años 70 y 80, década más o menos, nuestra apariencia se semejaba muy de cerca a la de pequeños “Ninos Bravos” y pequeñas “MariTrinis” sin olvidar a Demis Ruossos o a Mocedades, en los años 70 y en la de los 80 intentando vestir como Alaska y dinarama, Miguel Rios, Hombres G o Loquillo y los trogloditas.
Antes de entrar al salón de actos, llegábamos al aparcamiento del colegio y se creaban corros en el que se charlaba un poco de la ropa que lucíamos cada uno y otros asuntos del día.
Una vez dentro del salón, nos acomodábamos en “manadas” bien definidas con el criterio de edad y género.
Dicha entrega de premios, no se realizaba únicamente a nadadores. También subían a recoger su premio, los ganadores de frontón, “futbito” y truc, además de las madres o padres ganadores del concurso de paellas, celebrados con el mismo esfuerzo e ilusión que las demás competiciones oficiales.
Para que la persona que tenía que subir al escenario a recoger su trofeo supiese cuando hacerlo, había siempre un miembro de la directiva del club, que micrófono en mano, nos llamaba paulatinamente, según competición e importancia de la misma, siendo siempre llamados en último lugar con un tono más solemne y pausado, los que habían realizado algún record del club, regional o de españa, o quedado en primer lugar en competiciones nacionales o internacionales.
En el momento que anunciaban tu nombre, sabias que decenas de personas ponían la vista sobre tí y si durante el trayecto de ida y vuelta a tu butaca, cometías el grave error de tropezar, resbalar o hacer alguna metedura de pata con tu trofeo, las risillas estaban aseguradas, tanto como el color rojizo de tu cara o tu cerebro pensando amargamente...”tierra trágame”.
Una vez finalizado el acto de entrega de trofeos, nos dirigiamos a comer a un restaurante contratado con anterioridad para acoger a la mayoría de personas que habíamos asistido y si teníamos suerte y resultaba ser un restaurante bufé libre, se solían hacer competiciones de platos vacíos, cosa que asombraba y divertía a todos, a partes iguales.
Como muchos otros eventos que se realizaban únicamente una vez al año, la entrega de trofeos siempre creaba expectación dentro del club y afortunadamente era uno de los actos más fotografiados. Ha pasado media vida desde que nos entregaron esos premios. Algunos descansan en cajas o sobre algún sitio de honor de la casa. Nos sentimos muy orgullosos de ellos. No olvidamos que nos fueron entregados en aquellos maravillosos años.
Arturo Liberos.
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