Tengo en mis manos un documento histórico que se realizó desde la FVN conmemorando el cincuenta aniversario de la natación valenciana teniendo una federación oficial.
Las fechas de este 50 aniversario data desde 1929 hasta 1979.
A tipo de revista especial se distribuyen varios artículos narrando y describiendo cómo fueron los incicios de la natación valenciana antes y durante la existencia de la federación Valenciana. Es un repaso de un pequeño fragmento de la historia del deporte de la natación y cómo fué vivído por todos los agentes participantes. Desde que se crea el colegio de árbitros de la FVN, la creación de los clubs de la época, narración de lo vivido por nadadores/as, árbitros, presidentes de clubs, etc. Hay fotografías de la época muy emotivas que traeran la sonrisa a más de uno/a.
En un primer post de la historia de la natación valenciana comenzaremos por la creación de nuestro club.
CLUB NATACIÓN FERCA-SAN JOSÉ: Prestigio para la natación valenciana.
En el patio central de la finca de la Cooperativa de Agentes Comerciales sita al final de la Gran Vía de Fernando el Católico, existe una piscina de 25m y una pista polideportiva. Por iniciativa de los copropietarios de dicha finca y con miras a obetener un rendimiento deportivo de las mencionadas instalaciones, buscando además la unión de todos los adjudicatarios y usuarios de las viviendas, y para alcanzar una convivencia social, deportiva y cultural, se llegó a la fundación del Club Fernando el Católico del Grupo de Casas Baratas de Agentes Comerciales (conocido popularmente como FERCA,nombre resultante dela unión de las primeras sílabas de FERnando CAtólico), hecho acaecido el 14 de mayo de 1955, por lo que el año próximo (1980) celebraremos las bodas de Plata.
Desde un principio se comenzó a practicar los siguientes deportes: Natación, Balonmano, Patinaje, Hockey sobre patines; con equipos federadosen sus respectivas Federaciones. Bajo el nombre de FERCA se practicó el motorismo, cupiendo el honor de contar con un repetido campeón nacional: César Gracia.
Sin embargo, ha sido siempre la natación, de la mano sucesivamente de José Monfort, su hermano Luis, y Manuel Barrachina, la que en todo momento ha mantenido y dado la razón de ser y existir.
Apenas transcurrido un mes desde su fundación, se estimó que el FERCA, por su condición derivada de una cooperativa, y que por tanto estaba adscrita a la Obra sindical de Cooperación, dispondría de ciertas ventajas al integrarse en "Educación y Descanso". Por tal motivo su nueva denominación fue la de Grupo de Educación y Descanso Fernando el Católico FERCA.
El 4 de julio de 1958 pasa a denominarse Club Natación Terraza Ferca. En los primeros años de la década de los sesenta, nuestra actividad se desarrolla en la pileta del Patronato de la Juventud Obrera. El nombre de Club Natación Terraza Ferca perduró hasta 1968, fecha en que debido a la construcción de la actual Estación Central de Autobuses, debimos abandonar la piscina del patronato. Este hecho nos hizo entrar en contacto con las Escuelas Profesionales San José, donde fuimos favorablemente acogidos. Este acontecimiento dio lugar a que nuestra entidad pasara a denominarse Club Natación Ferca-San José.
Continuará
David Argente Checa
miércoles, 7 de agosto de 2013
sábado, 27 de julio de 2013
De viajes Natatorios: Vemos mundo con el deporte de la Natación
Una de las grandes ventajas que tuvimos al estar en un club de natación como era el Ferca San José fueron los viajes a otros pueblos, ciudades e incluso países para competir.
Para mi niñez y luego juventud era siempre una satisfacción viajar con el equipo a otras piscinas, a otros lugares y conocer otros nadadores y nadadoras. Se creaban vínculos distintos con sólo salir de nuestra pileta y compartir un viaje en autobús.
Los viajes eran grandes acontecimientos que seccionaban radicalmente la rutina y monotonía de nuestros días de escuela y entrene. Sobre todo por qué podían ser en cualquier estación/mes del año. Ya bien campeonatos de invierno, de verano, entrenes/stach de semana santa, etc.
foto: David, Rocio, Pedro y Bengo
Viajábamos en coche de papá, en autobús (grande el autobús Jiménez y su conductor), en barco e incluso en avión (La primera vez que subí a un avión fue al ir a unos campeonatos de España por edades a Mallorca. A la vuelta pensaba que moriríamos todos por las turbulencias).
Los viajes sacaban todo lo mejor del grupo. El compañerísmo, la ayuda ante cualquier problema, las novatadas, los ánimos a la hora de la prueba, los concursos de comer más o peor, etc.
Se que todos vosotros tenéis viajes inolvidables y que os marcaron positivamente, ya fuera por un buen resultado en la competición, por una nueva amistad creada, por una diversión sin igual con el grupo o por cualquier otra cosa.
foto: Viaje a Oporto (Portugal)
Quiero confesaros que uno de los viajes que más me marcaron a mi, fue una competición que nos invitaba todos los años el CN Sabadell a su increíble recinto deportivo. Era una especie de open y se realizaba en las vacaciones de navidad. Invitaban a equipos de nivel de toda España y algunos clubs extranjeros. El ambiente vivido en la pileta era increíble. Una buena organización, buenas amistades y lo que más me marcó fue la ciudad de Sabadell en navidad. Me encantaba pasear después de la competición por sus calles, tomarme un cacaolat caliente y observar la decoración navideña de las tiendas del paseo. Sensación de bienestar.
Durante nuestra época de nadadores hubieron muchos viajes míticos por mil razones. Espero que compartáis alguno.
David Argente.
Para mi niñez y luego juventud era siempre una satisfacción viajar con el equipo a otras piscinas, a otros lugares y conocer otros nadadores y nadadoras. Se creaban vínculos distintos con sólo salir de nuestra pileta y compartir un viaje en autobús.
Los viajes eran grandes acontecimientos que seccionaban radicalmente la rutina y monotonía de nuestros días de escuela y entrene. Sobre todo por qué podían ser en cualquier estación/mes del año. Ya bien campeonatos de invierno, de verano, entrenes/stach de semana santa, etc.
foto: David, Rocio, Pedro y Bengo
Viajábamos en coche de papá, en autobús (grande el autobús Jiménez y su conductor), en barco e incluso en avión (La primera vez que subí a un avión fue al ir a unos campeonatos de España por edades a Mallorca. A la vuelta pensaba que moriríamos todos por las turbulencias).
Los viajes sacaban todo lo mejor del grupo. El compañerísmo, la ayuda ante cualquier problema, las novatadas, los ánimos a la hora de la prueba, los concursos de comer más o peor, etc.
Se que todos vosotros tenéis viajes inolvidables y que os marcaron positivamente, ya fuera por un buen resultado en la competición, por una nueva amistad creada, por una diversión sin igual con el grupo o por cualquier otra cosa.
foto: Viaje a Oporto (Portugal)
Quiero confesaros que uno de los viajes que más me marcaron a mi, fue una competición que nos invitaba todos los años el CN Sabadell a su increíble recinto deportivo. Era una especie de open y se realizaba en las vacaciones de navidad. Invitaban a equipos de nivel de toda España y algunos clubs extranjeros. El ambiente vivido en la pileta era increíble. Una buena organización, buenas amistades y lo que más me marcó fue la ciudad de Sabadell en navidad. Me encantaba pasear después de la competición por sus calles, tomarme un cacaolat caliente y observar la decoración navideña de las tiendas del paseo. Sensación de bienestar.
Durante nuestra época de nadadores hubieron muchos viajes míticos por mil razones. Espero que compartáis alguno.
David Argente.
martes, 9 de julio de 2013
La entrega de trofeos
Una vez al año se celebraba la entrega de trofeos correspondientes a los logros que cada uno había conseguido el año anterior. La ceremonia se hizo en distintos lugares, pero el más emblemático era el salón de actos del colegio de los jesuitas, que era donde nuestra club tenia su sede social y piscina.
Los preparativos para tan magno evento se estudiaban por parte de cada uno de nosotros y que en su mayor parte consistía en escoger, con semanas de antelación, una buena vestimenta para la ocasión. Ni que decir tiene, que siendo los años 70 y 80, década más o menos, nuestra apariencia se semejaba muy de cerca a la de pequeños “Ninos Bravos” y pequeñas “MariTrinis” sin olvidar a Demis Ruossos o a Mocedades, en los años 70 y en la de los 80 intentando vestir como Alaska y dinarama, Miguel Rios, Hombres G o Loquillo y los trogloditas.
Antes de entrar al salón de actos, llegábamos al aparcamiento del colegio y se creaban corros en el que se charlaba un poco de la ropa que lucíamos cada uno y otros asuntos del día.
Una vez dentro del salón, nos acomodábamos en “manadas” bien definidas con el criterio de edad y género.
Dicha entrega de premios, no se realizaba únicamente a nadadores. También subían a recoger su premio, los ganadores de frontón, “futbito” y truc, además de las madres o padres ganadores del concurso de paellas, celebrados con el mismo esfuerzo e ilusión que las demás competiciones oficiales.
Para que la persona que tenía que subir al escenario a recoger su trofeo supiese cuando hacerlo, había siempre un miembro de la directiva del club, que micrófono en mano, nos llamaba paulatinamente, según competición e importancia de la misma, siendo siempre llamados en último lugar con un tono más solemne y pausado, los que habían realizado algún record del club, regional o de españa, o quedado en primer lugar en competiciones nacionales o internacionales.
En el momento que anunciaban tu nombre, sabias que decenas de personas ponían la vista sobre tí y si durante el trayecto de ida y vuelta a tu butaca, cometías el grave error de tropezar, resbalar o hacer alguna metedura de pata con tu trofeo, las risillas estaban aseguradas, tanto como el color rojizo de tu cara o tu cerebro pensando amargamente...”tierra trágame”.
Una vez finalizado el acto de entrega de trofeos, nos dirigiamos a comer a un restaurante contratado con anterioridad para acoger a la mayoría de personas que habíamos asistido y si teníamos suerte y resultaba ser un restaurante bufé libre, se solían hacer competiciones de platos vacíos, cosa que asombraba y divertía a todos, a partes iguales.
Como muchos otros eventos que se realizaban únicamente una vez al año, la entrega de trofeos siempre creaba expectación dentro del club y afortunadamente era uno de los actos más fotografiados. Ha pasado media vida desde que nos entregaron esos premios. Algunos descansan en cajas o sobre algún sitio de honor de la casa. Nos sentimos muy orgullosos de ellos. No olvidamos que nos fueron entregados en aquellos maravillosos años.
Arturo Liberos.
Los preparativos para tan magno evento se estudiaban por parte de cada uno de nosotros y que en su mayor parte consistía en escoger, con semanas de antelación, una buena vestimenta para la ocasión. Ni que decir tiene, que siendo los años 70 y 80, década más o menos, nuestra apariencia se semejaba muy de cerca a la de pequeños “Ninos Bravos” y pequeñas “MariTrinis” sin olvidar a Demis Ruossos o a Mocedades, en los años 70 y en la de los 80 intentando vestir como Alaska y dinarama, Miguel Rios, Hombres G o Loquillo y los trogloditas.
Antes de entrar al salón de actos, llegábamos al aparcamiento del colegio y se creaban corros en el que se charlaba un poco de la ropa que lucíamos cada uno y otros asuntos del día.
Una vez dentro del salón, nos acomodábamos en “manadas” bien definidas con el criterio de edad y género.
Dicha entrega de premios, no se realizaba únicamente a nadadores. También subían a recoger su premio, los ganadores de frontón, “futbito” y truc, además de las madres o padres ganadores del concurso de paellas, celebrados con el mismo esfuerzo e ilusión que las demás competiciones oficiales.
Para que la persona que tenía que subir al escenario a recoger su trofeo supiese cuando hacerlo, había siempre un miembro de la directiva del club, que micrófono en mano, nos llamaba paulatinamente, según competición e importancia de la misma, siendo siempre llamados en último lugar con un tono más solemne y pausado, los que habían realizado algún record del club, regional o de españa, o quedado en primer lugar en competiciones nacionales o internacionales.
En el momento que anunciaban tu nombre, sabias que decenas de personas ponían la vista sobre tí y si durante el trayecto de ida y vuelta a tu butaca, cometías el grave error de tropezar, resbalar o hacer alguna metedura de pata con tu trofeo, las risillas estaban aseguradas, tanto como el color rojizo de tu cara o tu cerebro pensando amargamente...”tierra trágame”.
Una vez finalizado el acto de entrega de trofeos, nos dirigiamos a comer a un restaurante contratado con anterioridad para acoger a la mayoría de personas que habíamos asistido y si teníamos suerte y resultaba ser un restaurante bufé libre, se solían hacer competiciones de platos vacíos, cosa que asombraba y divertía a todos, a partes iguales.
Como muchos otros eventos que se realizaban únicamente una vez al año, la entrega de trofeos siempre creaba expectación dentro del club y afortunadamente era uno de los actos más fotografiados. Ha pasado media vida desde que nos entregaron esos premios. Algunos descansan en cajas o sobre algún sitio de honor de la casa. Nos sentimos muy orgullosos de ellos. No olvidamos que nos fueron entregados en aquellos maravillosos años.
Arturo Liberos.
miércoles, 19 de junio de 2013
De Bañadores y Trajes de Baño
En la larga vida de todo nadador hay un amigo fiel que está supeditado a las modas, el desgaste e incluso a la motivación a la hora de entrenar o competir. Es nuestro querido bañador o como los antiguos llamaban traje de baño.
Este artilugio indispensable está sujeto a muchos factores en la vida cotidiana del deportista. En los inicios de mi época de nadador activo no había el mercado tan extenso que hay ahora. Las marcas conocidas no sacaban muchos modelos y tener dos bañadores era una especie de lujo.
Las modas vuelven.
Recuerdo que los bañadores tenían una larga vida. Entrenabas con el más viejo que tuvieras hasta que se caía a pedazos. Cuando estaba muy pasado por el cloro, te ponías otro encima aún más desgastado, ibas con doble capa. Esto suponía dos cordones que atar y un suplemento en el arrastre a la hora de entrenar.
Uno de mis recuerdos especiales de mis inicios en el mundo de la competición era que en mi familia teníamos un ritual. El mismo día de una competición importante íbamos a una tienda de deporte (que no había muchas) y me compraban un bañador Nuevo. En mis largas conversaciones sobre estos recuerdos de niñez natatoria, mi amigo Arturo (coautor de este magnífico Blog) comentaba como ibas a la tienda, te probabas tres o cuatro bañadores y con cada uno de ellos salías en mitad de la tienda para que tu madre o padre diera el visto bueno de como te quedaba el bañador. Sin pudor alguno.
Burguete, Bolinches, Ferrer y Ona
Por la tarde, a la hora de la competición, en el calentamiento previo, te ponías los bañadores viejos. Te cambiabas y te ponías tu flamante bañador nuevo y seco para esperar la hora de tu prueba.
Psicológicamente, competir con un bañador nuevo, era un refuerzo positivo. Este bañata te lo ponías sólo en los grandes eventos, hasta que poco a poco iba envejeciendo por el desgaste y pasaba a tu bolsa de entrenamiento y se emparejaba con uno igual o más estropeado.
Ahora hay un amplio abanico de marcas y modelos de bañadores. Más caros y más económicos. Más resistentes y menos. Pero yo siempre recordaré a mis trajes de baño que me acompañaron en mis deslizamientos por muchas piletas de toda la geografía española.
David Argente
PD: Las fotos son de antiguos nadadores del Ferca San Jose.
Este artilugio indispensable está sujeto a muchos factores en la vida cotidiana del deportista. En los inicios de mi época de nadador activo no había el mercado tan extenso que hay ahora. Las marcas conocidas no sacaban muchos modelos y tener dos bañadores era una especie de lujo.
Las modas vuelven.
Recuerdo que los bañadores tenían una larga vida. Entrenabas con el más viejo que tuvieras hasta que se caía a pedazos. Cuando estaba muy pasado por el cloro, te ponías otro encima aún más desgastado, ibas con doble capa. Esto suponía dos cordones que atar y un suplemento en el arrastre a la hora de entrenar.
Uno de mis recuerdos especiales de mis inicios en el mundo de la competición era que en mi familia teníamos un ritual. El mismo día de una competición importante íbamos a una tienda de deporte (que no había muchas) y me compraban un bañador Nuevo. En mis largas conversaciones sobre estos recuerdos de niñez natatoria, mi amigo Arturo (coautor de este magnífico Blog) comentaba como ibas a la tienda, te probabas tres o cuatro bañadores y con cada uno de ellos salías en mitad de la tienda para que tu madre o padre diera el visto bueno de como te quedaba el bañador. Sin pudor alguno.
Burguete, Bolinches, Ferrer y Ona
Por la tarde, a la hora de la competición, en el calentamiento previo, te ponías los bañadores viejos. Te cambiabas y te ponías tu flamante bañador nuevo y seco para esperar la hora de tu prueba.
Psicológicamente, competir con un bañador nuevo, era un refuerzo positivo. Este bañata te lo ponías sólo en los grandes eventos, hasta que poco a poco iba envejeciendo por el desgaste y pasaba a tu bolsa de entrenamiento y se emparejaba con uno igual o más estropeado.
Ahora hay un amplio abanico de marcas y modelos de bañadores. Más caros y más económicos. Más resistentes y menos. Pero yo siempre recordaré a mis trajes de baño que me acompañaron en mis deslizamientos por muchas piletas de toda la geografía española.
David Argente
PD: Las fotos son de antiguos nadadores del Ferca San Jose.
miércoles, 5 de junio de 2013
La travesía del puerto
Lo primero que percibías nada mas llegar al puerto
era el olor inconfundible a mar, aceite industrial, gasóleo de barco
y un poco de pescado. Todo el mundo sentía como ese característico
aroma penetraba dentro de cada uno de nosotros y que ayudaba, a que
una vez que subíamos al barco, se convertiese en ocasiones, en un
pequeño mareo.
Esta curiosa competición, que aun se realiza, era
siempre en verano y consistía en nadar sin parar una cantidad de
metros específica que variaba según edad y sexo. Los mas mayores
nadaban de 4 a 5 kilómetros, siempre en paralelo con una escollera
del puerto para que las personas que habían ido a ver la competición
pudiesen animar durante el 100% del trayecto a sus nadadores
preferidos.
Muchos nadadores ya iban con el bañador puesto al
salir de casa. Si no, te tocaba cambiarte al aire libre bajo la
mirada de cientos de personas, ya que no había vestuarios. El gorro
de tela, que había que entregarlo cuando terminabas, era obligatorio
y si eras novato, te lo ponías sujeto al cuello con unas tiras de
tela muy incómodas, si no, te lo anudabas al bañador y santas
pascuas. Después de que todo el mundo estuviese correctamente
numerado en la piel con rotulador negro y embadurnado con protectores
para el sol, productos ajenos al mar, medusas y demás fauna
marítima, junto con las gafas de nado correspondientes, tocaba subir
al barco pesquero, que nos llevaba a nuestro punto de salida de la
prueba.
Dicho inicio, se realizaba en orden ascendente según
edad, siendo los pequeños los primeros en tirarse al agua por la
borda del barco, en cuanto sonaba la sirena de salida. Siempre había
alguien del club en cubierta para organizarlo todo, ya que solía
haber una mezcla de nadadores, que había que desenredar cual madeja
de hilo, para que hubiese un orden correcto de inicio de competición.
Si eras de los mas pequeños, la caída desde el
barco al agua, te parecía como saltar desde una trasatlántico. La
pirueta de salida la podías hacer subido desde la misma barandilla o
si el barco tenia una pequeña marquesina fuera del mismo, te
colocabas astutamente en la misma antes que nadie, para que la caída
fuese desde menos distancia y así perder menos tiempo.
Una vez te tirabas al agua del mar, debías seguir
una serie de boyas para no perder la tangente de la competición,
pero ya fuese que la propia brújula mental la tenías un poco
espachurrada ése día o porque otro tuviese ése mismo problema y te
empujara poco a poco a desviarte del camino, siempre había unas
lanchas de ayuda al nadador, para indicarle la dirección correcta.
Mientras nadabas podías encontrarte con multitud de
problemas, pero los que más cantidad te podían causar eran en
primer lugar, encontrarte con medusas, que las debías esquivar si no
querías recibir un picotazo doloroso. Hubo un años que se suspendió
la travesía al haber un banco de medusas bajo el barco, una de éstas
medusas, que debía ser el jefe de las mismas, con un diámetro del
tamaño de una paella para 25 comensales. Y el segundo problema del
nadador en el mar, eran los otros nadadores, que te empujaban,
pegaban y tiraban del tobillo del que les precedía, o el espécimen
mas irritante, el que se pegaba a tus plantas del pie y no dejaba de
tocarte dicha parte hasta que llegabas a meta.
Cuando terminabas, salias del agua escalando grandes
rocas de la escollera de meta y recibías un agradable manguerazo de
agua dulce y potable por parte del personal de un camión de bomberos
que nos esperaba amigablemente para quitarnos de encima del cuerpo,
todos los productos, olores y sabores que habíamos paladeado en la
travesía.
El ganador de la travesía podía contar
posteriormente sus peripecias que le habían llevado a lo alto del
podio, pero días después de la competición, los que de verdad
hacían corro para contar una buena historia, eran los que relataban
como, donde y cuanto, le había picado el bicho más grande que se
habían enfrentado en su vida, en las costas del mar Mediterráneo.
Arturo Liberos.
Arturo Liberos.
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