martes, 30 de abril de 2013

Formas de no realizar todo el Entrene

Voy a enumerar algunas de las que creo que hemos puesto en prácticas muchos de nostros:

Intentar tirarte al agua el último de todos. Podías hacer como que se te había olvidado algo en la mochila, preguntabas algo al entrenador y sin quererlo te daba conversación o la más utilizada, te atabas indefinidamente el cordón del bañador (las chicas lo tenían difícil). Cuando te lanzabas al agua seguro que quedaba menos calentamiento.

Me ha entrado flato. Durante las series, cuando ibas chupando rueda (pies) al compañero de delante y veías que no podías, parabas, ponías cara de haber comido limón y te apretabas el costado. Por lo menos una serie no la hacías.

Tengo que ir al wc. ¿Quién no ha ido en mitad de algún bloque de series a mear al wc para descansar?

Soy una rémora. Los mejores eran los que se quedaban al otro lado de la piscina, aguantando debajo del agua para que no les vieran. Si pasabas de los primeros te saludaban con  la mano y una  sonrisa.

Se me ha desatado el bañador. Típica escusa para pelarte una serie y descansar mientras atabas y atabas y atabas....

Atajo, he encontrado un atajo. Cuando te dabas la vuelta quedando 10m para llegar al final de la piscina. Girabas con todo tu cuerpo cual anguila y como si no hubiera pasado nada.

Por último no acabar este post sin decir a quién no le han:
  • Tocado los pies durante toda una serie?
  • Quién no ha chocado con su mano contra  otra mano o con la corchera y le ha dolido?
  • Quién no se ha pegado un trago de agua que lo ha hecho parar en seco?
  • Quién no ha cogido la mano a un compañero en las series de pies/corcho para impulsarse.?
  • Quién no ha pasado sed entrenando?
  • Quién no ha pasado hambre oliendo las cenas de los vecinos en la piscina descubierta  en verano?. (en las últimas series de 50m a las 21:30).
  • Quién no ha meado en la piscina durante un entrene?
En comentarios podéis añadir, que seguro que me he dejado muchas otras.

Salut i Metres

David Argente

En autobús


Cuando competíamos fuera de la provincia o alrededores, el club nos llevaba en autobús. Casi siempre salíamos en sábado, ya que no había clase y volvíamos el mismo día, pero tarde. Si el destino estaba muy alejado nos alojábamos en un hotel y volvíamos al día siguiente.

Quedábamos todos en el edificio 2000 de la gran vía Fernando El Católico, junto al colegio de los jesuitas y llegábamos allí a pié, en autobuses urbanos o en coche particular. En aquel tiempo no había metro y muchos de nosotros no lo habíamos visto en la vida.

A la hora indicada salíamos en dirección a la ciudad o pueblo que nos tocaba competir, habiendo tomado asiento dentro del autobús de un modo jerárquico. En el volante el chófer, a su lado o lo más cerca posible se sentaban Barra o Joáqui, que en caso de que el chófer se estuviese quedando dormido, le daban conversación y en ocasiones algún grito que otro. Detrás de ellos la directiva, luego los padres en general, en medio los nadadores más pequeños, tras estos los medianos y en la parte de atrás como si de una especia de zona vip se tratara, se sentaban los más mayores. Éstos últimos lo veían todo y a todos. Si te acercabas mucho a ésa parte de atrás sin invitación y no pertenecías a ésa clase social, te exponías a varios sucesos abochornantes o divertidos. Todo dependía del día y las personas.

Si no querías arriesgarte a meterme en algún problema, podías entretenerte por el camino contando chistes alrededor tuyo, jugar a la nintendo que alguien había llevado, oír música en tu walkman con la música que te habías preparado en un par de casetes, revisar los ceniceros de los brazos de los asientos o simplemente mirar el paisaje que te ofrecía la carretera.

En ocasiones, a mitad de camino, parábamos a almorzar o comer, entonces nos encontrábamos todos en el baño a la vez, armando el consiguiente jaleo. Luego nos tomábamos el bocata con el refresco correspondiente y al terminar subíamos de nuevo al autobús.

Nunca tuvimos ningún percance viajando de ésta manera, todos nos lo pasábamos pipa, nunca se quedó nadie olvidado al terminar de competir y de algún modo, todos volvíamos felices hubiésemos quedado primeros o últimos.

Arturo Liberos.

domingo, 28 de abril de 2013

Las 24 horas

Es sábado y la piscina no tiene el globo puesto porque es verano. El sol se encuentra ya algo bajo y a espaldas del trampolín olímpico, ya que son las 19.59 horas. Las gradas están abarrotadas, un nadador y una nadadora están preparados para lanzarse al agua desde el pódium de salida de las calles 1 y 2, en el momento que el reloj llegue a las 20.00 horas.

Cuando suene el silbato de salida y empiecen a nadar, una traca será encendida entre las gradas y el agua. Los que están en el agua en ese momento no podrán escuchar totalmente el ruido que hace la pólvora al explotar, pero si verán a todo el público asistente aplaudir y animar el comienzo de una competición única, en la cual tus contrincantes no son los que nadan contigo ése mismo día, tus oponentes son siempre las generaciones anteriores. Deben nadar 24 chicos y 24 chicas, cada uno durante una hora exacta sin parar y haciendo el mayor número de metros posible.

Y durante 24 horas siguientes, mientras dos personas nadan cada hora, la piscina se sumerge en una frenética actividad constante de juegos, zambullidas, competiciones de futbol, baloncesto, frontón, preparativos de los nadadores siguientes, concurso de paellas, partidas de truc, más zambullidas, música al aire libre, sacos de dormir, desayunos, almuerzos de tortilla de patata, más comidas, siestas y pura diversión. Cuando a los nadadores les toca competir en la franja horaria que va desde las 02.00 a las 08.00, deben de amoldarse al cansancio que acumula tal cantidad de jolgorio.

La prueba termina al día siguiente a la misma hora, las 20.00 y se volverá a tirar de nuevo otra traca en el mismo sitio pero en dirección contraria, que anuncia a todo el mundo el final de un fin de semana, que todos hemos estado esperando durante un año y estará en boca de todos durante los 365 días siguientes, por todas las anécdotas y situaciones que vivimos, sólo, en 24 horas de un fin de semana de verano.

Arturo Liberos.

Nuestra querida piscina del club Ferca San José

Aún recuerdo las distintas sensaciones que sentía cuando me aproximaba a nuestra querida piscina. Algunas veces andando por la ruta inamovible de mi casa a la piscina (Con mi madre cuando era muy pequeño, con mis hermanas cuando era pequeño y por último yo sólo cuando me creía ya mayor) y otras veces, por la ruta inamovible en el coche de mi padre.

Sensaciones muy distintas según el día, la época y sobre todo según mis compañeros de fatigas. Siempre tenía ganas de ir por esto último, ver a mis amigos y amigas del club.

Fui de los privilegiados que han visto el paso del tiempo de aquel recinto deportivo y sobre todo social, donde se han vivido toda clase de historias de lo que significa la vida en todos sus sentidos.

Crecí buceando y escribiendo nombres en el musgo que se impregnaba en los fondos de la piscina, oliendo el cloro en estado puro, lanzándome progresivamente, según mi valentía, de las distintas alturas del grandioso trampolín olímpico que coronaba la pileta. He crecido intentando cazar patos y anguilas con las manos en la piscina pequeña, que siempre, por alguna extraña razón, el agua estaba caliente. Pero sobre todo crecí entre mis mejores amigos y compañeros que me enseñaron mucho de lo que sé y de lo que soy.

Gracias a tod@s.

Salut i metres

David Argente